¡ CRISIS !
Los cimientos de la Casa Blanca, sustentados en pies de barro, se tambalean por los deberes mal hechos. Las consecuencias van para largo.
La crisis del Madrid, reflejo del estado enfermizo en el que ha entrado este equipo, se agravó en Pucela. El misil de Canobbio se dirigió al centro del escudo madridista, al orgullo de un equipo a la deriva, en pleno caos. El Madrid se ha situado en un pozo sin fondo, acomodándose al miedo y la ansiedad. No ha hecho nada para darle la vuelta a una situación esperpéntica, que nubla el presente y el futuro. Queda poco del Madrid campeón, aunque parezca mentira.
Schuster comenzó perdiendo el partido desde el vestuario, reaccionó tarde desde el banquillo, como casi siempre, y acabó hablando solo. El equipo funambulista, el que ya se lanzó al vacío en la Copa, comienza a generar su sinvivir. El Madrid no tiene medicina, no se avecinan soluciones a corto plazo y la angustia se ha instalado en un equipo sin fútbol, impuntual y que, encima, ha perdido confianza.
Hablábamos de Schuster. El alemán tiene que lo tiene en la plantilla tras un verano inútil, que no sólo no ha reforzado una plantilla con agujeros, sino que la ha debilitado y dejado sin recursos. El suspenso en los despachos, de todos modos, no debe esconder los pocos argumentos del alemán en problemas. Nunca ha respondido y ofrecido una reacción. Se le ve abatido, sin esperanzas de enderezar el rumbo. Mala pinta para él y para un Madrid que ya no da miedo, más bien risa.
Los blancos, decíamos, comenzaron perdiendo en Valladolid, no les hizo falta ni saltar al terreno de juego. Schuster se guardó las espaldas con un once conservador, de los que baja el listón de su historia. Los futbolistas y su miedo hicieron el resto. El Madrid entró al partido con pavor y acabó marchándose dolorido tras otra bofetada. Sólo se preocupó de mirarse a la espalda, esperó a su rival y reflejó sus limitados argumentos.
Una herida prolongada
El centro del campo del Madrid, plano y previsible, facilitó la comodidades para un Valladolid que, todo hay que decirlo, tampoco arriesgó demasiado antes del descanso. Javi García y Gago, en medio de la nada, hicieron todo mal. La única luz madridista por esa zona, Guti, se desenchufó del partido. Van der Vaart, abriendo el campo, no dio ni una.
La segunda mitad le tenía escondido al Madrid el inicio de los problemas en el marcador, adelantados en el terreno de juego desde el pitido inicial. Pedro León encontró un agujero negro en la banda, rompió a un Heinze lento de cinturas y centró al área con malas intenciones para los de Schuster. Allí, en el área, un tal Canobbio campeaba solo, con una zaga culpable mirando. Los buenos tiempos de Cannavaro y Heinze se pierden en el recuerdo. Ramos sigue cerrado en su marrón y Marcelo no es que haya disminuido su versión, sino que simplemente, no da para más. Preocupante.
En el área, contábamos, Canobbio, mal enemigo para dejarle disparar con comodidad, se soltó un trallazo que sacudió las redes y al Madrid. El daño ya estaba hecho. Los blancos andaron conmocionados durante un buen tiempo y, cuando quisieran levantarse contra los elementos, fue demasiado tarde. La impuntualidad, habitual en un equipo perdido, suele pagarse.
Impuntual una vez más
Schuster, el primer impuntual, metió a Sneijder algo tarde. Sólo dio media hora a un futbolista distinto, de los que el Madrid no tiene para despreciar. Las apariciones de Drenthe y Saviola imposibilitaron la entrada de Bueno. Se echó de menos valentía en el técnico alemán en sus decisiones.
El Madrid se acordó al final de su garra, ésa que le sustentó durante mucho tiempo, pero que no da para salir de casa. Encerró al Valladolid en el último cuarto de hora, Asenjo salvó a los suyos en dos ocasiones y los locales acabaron sobreviviendo a un acoso obligado. Heinze fue expulsado poco antes del final.
(marca.com)
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