Un pobre Madrid se dejó igualar ante un Almería mediocre. Raúl adelantó a los blancos y Piatti equilibró el marcador.
Partido para olvidar
Cuesta recordar un encuentro más desangelado, tan impreciso, tan insoportablemente vulgar. Cuesta asimilar que detrás de ese espectáculo del sopor hubiera entrenadores circunspectos, segundos entrenadores con libretas, entrenamientos a escondidas, pizarras magnéticas, perspicaces ojeadores y el aura de misterio con el que se rodean todos. Es difícil aceptar que del fútbol científico y millonario del nuevo siglo broten cardos así, iguales a los que asoman en cualquier cuneta.
Temo que en este mundo de ilusiones y linimentos también se hayan colado esas hipotecas tóxicas o subprime, que son esperanzas repletas de gases que circulan con la promesa de ser mucho, aunque son poco más que nada. Temo que nuestro fútbol se haya inflado de autocomplacencia para beneficio de unos cuantos y perjuicio de la mayoría. Sospecho, en evidente depresión, que nada vale tanto como dicen.
Al Almería le salva el arreón final, pero al Madrid no le rescata absolutamente nada. Y no pienso ser comprensivo con el equipo local en atención a su presupuesto o simpática modestia. El ejército que defendía estadio perdió ayer una oportunidad irrepetible para zarandear al Madrid y para elevarse al mismo tiempo, para caldear a un público de frías posaderas.
No hay excusas. El Almería se ha ganado una fama que mantener, un prestigio de buen fútbol, una herencia por pequeña que sea. Nada se apreció ayer de su buen gusto, de su estilo. Todo lo bueno se fue convirtiendo en malo y hasta Negredo, que comenzó afilado, terminó confundido entre la torpeza general.
Lo del Madrid es mucho más grave: se abandonó. Y lo hizo sin haber alcanzado antes un lugar desde el que dejarse caer. Se rebozó en la mediocridad, glotonamente satisfecho con un gol remoto.
Ganó un punto, se puede felicitar, pero se dejó jirones de crédito. Igual que el Almería debía responder a la goleada del Barcelona en carne propia, el Madrid también tenía algo que contestar a esas heridas en carne ajena, a ese fútbol que le muerde los talones. No lo hizo. Dejó escapar la ocasión de ser colíder, de lograrlo desde el lado oscuro, lo que hubiera supuesto un desconcierto formidable en el bello Barcelona.
Desastre.
Créanme, el partido no dejó bien a nadie. Y empezaremos por el adusto Schuster. En su alineación prescindió de Guti y colocó a Diarra y Gago como pivotes, dos mediocampistas de contención. El primer resultado es que los movimientos de creación nacían robotizados, planos. La segunda consecuencia es que Gago y Diarra se peleaban por la escoba.
Sin más ayuda que Sneijder en la medular, el equipo se partía en un jovial 4-3-3 que juntaba en punta a un extremo egoísta, Robben, y dos delanteros que juegan en la misma posición, Raúl e Higuaín.
El Almería, con cuatro medios, se sintió a gusto agarrando esa cintura de avispa. Y fue por el centro por donde empujó al Madrid. Robó balones y lanzó contragolpes caóticos como pulgas hasta que los amaestraba Corona, el jugador más sensato sobre el césped.
En el minuto 22 fue Corona quien sembró el pánico en el área de Casillas. Sesenta segundos después, el Madrid disparó por primera vez entre palos, Higuaín, de media volea. Acto seguido volvieron a intervenir Corona y Negredo. Hasta que Raúl marcó en el 37'. Higuaín pugnó por un balón sin padres y centró al área, donde el capitán dibujó un cabezazo perfecto.
En la segunda mitad, Arconada decidió jugársela con dos extremos, Crusat y Piatti, que hasta entonces parecía Peter Pan en la taberna de un muelle. El efecto fue irregular. Al retirar dos centrocampistas (Corona y Ortiz), el Almería perdió solidez en el mediocampo, donde Uche resulta demasiado lento. A cambio ganó una banda, la del incansable Crusat, pesadilla de Sergio Ramos.
En el Madrid la sustitución de Pepe por Metzelder no fue un buen augurio. Porque no son sustituibles, ni siquiera en cromos, ni como medida de precaución ante la visita de la Juventus, si eso buscaba Schuster.
Y el escenario se congeló de pronto. El Almería insistía con Crusat, desordenadamente, mientras el Madrid observaba, abúlico, incapaz de aprovechar la llanura que se le abría en el horizonte. La entrada de Guti tampoco sirvió para iluminar ese aeropuerto.
Después de un centenar de errores que convirtió la pugna en un triste baile de cuarentones, el Almería hizo valer un ataque de orgullo. Crusat volvió a penetrar por la izquierda y Piatti remató a gol en las barbas de Heinze. Si no era justicia divina, era justicia maligna, el único resultado posible en la noche que debieron perder los dos y al final perdimos todos, igual que en la crisis.
Temo que en este mundo de ilusiones y linimentos también se hayan colado esas hipotecas tóxicas o subprime, que son esperanzas repletas de gases que circulan con la promesa de ser mucho, aunque son poco más que nada. Temo que nuestro fútbol se haya inflado de autocomplacencia para beneficio de unos cuantos y perjuicio de la mayoría. Sospecho, en evidente depresión, que nada vale tanto como dicen.
Al Almería le salva el arreón final, pero al Madrid no le rescata absolutamente nada. Y no pienso ser comprensivo con el equipo local en atención a su presupuesto o simpática modestia. El ejército que defendía estadio perdió ayer una oportunidad irrepetible para zarandear al Madrid y para elevarse al mismo tiempo, para caldear a un público de frías posaderas.
No hay excusas. El Almería se ha ganado una fama que mantener, un prestigio de buen fútbol, una herencia por pequeña que sea. Nada se apreció ayer de su buen gusto, de su estilo. Todo lo bueno se fue convirtiendo en malo y hasta Negredo, que comenzó afilado, terminó confundido entre la torpeza general.
Lo del Madrid es mucho más grave: se abandonó. Y lo hizo sin haber alcanzado antes un lugar desde el que dejarse caer. Se rebozó en la mediocridad, glotonamente satisfecho con un gol remoto.
Ganó un punto, se puede felicitar, pero se dejó jirones de crédito. Igual que el Almería debía responder a la goleada del Barcelona en carne propia, el Madrid también tenía algo que contestar a esas heridas en carne ajena, a ese fútbol que le muerde los talones. No lo hizo. Dejó escapar la ocasión de ser colíder, de lograrlo desde el lado oscuro, lo que hubiera supuesto un desconcierto formidable en el bello Barcelona.
Desastre.
Créanme, el partido no dejó bien a nadie. Y empezaremos por el adusto Schuster. En su alineación prescindió de Guti y colocó a Diarra y Gago como pivotes, dos mediocampistas de contención. El primer resultado es que los movimientos de creación nacían robotizados, planos. La segunda consecuencia es que Gago y Diarra se peleaban por la escoba.
Sin más ayuda que Sneijder en la medular, el equipo se partía en un jovial 4-3-3 que juntaba en punta a un extremo egoísta, Robben, y dos delanteros que juegan en la misma posición, Raúl e Higuaín.
El Almería, con cuatro medios, se sintió a gusto agarrando esa cintura de avispa. Y fue por el centro por donde empujó al Madrid. Robó balones y lanzó contragolpes caóticos como pulgas hasta que los amaestraba Corona, el jugador más sensato sobre el césped.
En el minuto 22 fue Corona quien sembró el pánico en el área de Casillas. Sesenta segundos después, el Madrid disparó por primera vez entre palos, Higuaín, de media volea. Acto seguido volvieron a intervenir Corona y Negredo. Hasta que Raúl marcó en el 37'. Higuaín pugnó por un balón sin padres y centró al área, donde el capitán dibujó un cabezazo perfecto.
En la segunda mitad, Arconada decidió jugársela con dos extremos, Crusat y Piatti, que hasta entonces parecía Peter Pan en la taberna de un muelle. El efecto fue irregular. Al retirar dos centrocampistas (Corona y Ortiz), el Almería perdió solidez en el mediocampo, donde Uche resulta demasiado lento. A cambio ganó una banda, la del incansable Crusat, pesadilla de Sergio Ramos.
En el Madrid la sustitución de Pepe por Metzelder no fue un buen augurio. Porque no son sustituibles, ni siquiera en cromos, ni como medida de precaución ante la visita de la Juventus, si eso buscaba Schuster.
Y el escenario se congeló de pronto. El Almería insistía con Crusat, desordenadamente, mientras el Madrid observaba, abúlico, incapaz de aprovechar la llanura que se le abría en el horizonte. La entrada de Guti tampoco sirvió para iluminar ese aeropuerto.
Después de un centenar de errores que convirtió la pugna en un triste baile de cuarentones, el Almería hizo valer un ataque de orgullo. Crusat volvió a penetrar por la izquierda y Piatti remató a gol en las barbas de Heinze. Si no era justicia divina, era justicia maligna, el único resultado posible en la noche que debieron perder los dos y al final perdimos todos, igual que en la crisis.
as.com
PREVIA PARTIDO
Negredo, Nieto, Corona y Julio Álvarez se enfrentan el domingo al Club en el que se formaron
Criados en ‘La Fábrica’ y triunfando en Primera División. Negredo, Nieto, Corona y Julio Álvarez son el mejor exponente de la excelencia de la cantera del Real Madrid. Bajo el amparo del escudo madridista crecieron físicamente con un balón en los pies adquiriendo ese carácter ganador que demuestran cada domingo. Todos guardan recuerdos imborrables de su paso por las categorías inferiores blancas, un lugar donde los sueños de cualquier futbolista se pueden tornar en realidad a base de tesón y trabajo diario. Ahora se enfrentan con la camiseta del Almería al que fuera su antiguo Club, siendo conscientes de que cuando salten al césped del estadio de los Juegos Mediterráneos revivirán momentos inolvidables.
Fragmentos de toda su vida pasarán por sus cabezas con el color blanco como denominador común. “De la cantera del Real Madrid guardamos los mejores recuerdos de nuestra juventud. Desde muy pequeño quieres dedicarte al mundo del fútbol, a ser futbolista profesional. Y de repente tienes la oportunidad de ir detrás de ese sueño y jugar en el Real Madrid”, coinciden los cuatro futbolistas que nunca olvidarán sus raíces madridistas. Las vidas de Negredo, Nieto, Corona y Julio Álvarez cambiaron radicalmente desde que abandonaron las filas del Real Madrid. En el caso de los dos últimos, muchos equipos formaron parte de su vida deportiva hasta que se encontraron bajo el amparo del excelente buen clima que suele reinar en el sur de España. Negredo y Nieto, por el contrario, compartieron vestuario en el Real Madrid Castilla. Su siguiente paso futbolístico fue el Almería. Allí han coincidido en el presente curso futbolístico- Negredo cumple su segunda campaña- para hacer las delicias de unos aficionados que disfrutan del juego preciosista que suelen realizar sobre el terreno de juego estos cuatro magníficos futbolistas. El Real Madrid llega el domingo al estadio de los Juegos Mediterráneos y este poker de canteranos espera impaciente ese momento. “Los partidos contra el Real Madrid son especiales. Ese tipo de encuentro en el que sales al campo con una motivación extra, sobre todo si has pasado antes por esta casa. Para cualquier jugador el partido contra el Real Madrid es especial. Y lo es más aún si has pasado por aquí”, argumenta Julio Álvarez. Para Negredo, jugar contre el Real Madrid “siempre es importante, es un partido especial. El Real Madrid te puede matar en cualquier momento y lo está demostrando durante toda la temporada, así que tendremos que estar muy atentos para no cometer errores y no permitirles jugar cómodos”. Corona lo afronta con sentimientos encontrados ya que “siempre guardas ese sentimiento. Te vienen a la mente esos recuerdos especiales”. Nieto, por el contrario, no podrá jugar el partido ya que aún se encuentra convaleciente de una lesión. Fue el último en marcharse, por eso su recuerdo es el más reciente: “He tenido la suerte de estar en el mejor club del mundo y disfrutar las instalaciones. Estoy muy agradecido al Real Madrid y a todo lo que le rodea”. El recuerdo de La FábricaNegredo llegó a las categorías inferiores blancas procedente del Rayo Vallecano. De su paso por la cantera guarda “recuerdos imborrables. Pero sobre todo me quedaría con el último año en el Castilla… También tengo momentos importantes impresos en la mente como ir convocado con el primer equipo e incluso marcar dos goles en Israel. Es algo que a un futbolista siempre le queda grabado”. Julio Álvarez es uno de esos admirables casos de superación personal. Nacido en Venezuela tuvo que separarse de su familia para llegar al Real Madrid procedente del Deportivo de la Coruña. “De mi paso por la cantera del Real Madrid guardo los mejores recuerdos de mi juventud. Desde muy pequeño quise dedicarme al mundo del fútbol, a ser futbolista profesional. Y de repente tienes la oportunidad de ir detrás de ese sueño y jugar en el Real Madrid. En mi caso, ese cambio acarreó que me separara de mi familia, de mis amigos…Fue un cambio muy brusco y hay que sacrificarse mucho, pero merece la pena. En el Real Madrid tienes la oportunidad de trabajar con los mejores profesionales, gente que te ayuda a crecer como jugador y te exige siempre el máximo”. Corona, al igual que Nieto, pasó por todas las categorías inferiores del Club. “Tengo un maravilloso recuerdo, fueron años importantísimos de mi vida, donde pasé toda mi infancia y adolescencia. Me formé como persona, fue mi base deportiva, y gracias a ello he podido dedicarme al fútbol profesional”, expresa el primero mientras que Nieto sigue con especial devoción las evoluciones de sus otrora compañeros de equipo. “Sigo mucho al Castilla, les llamo y de vez en cuando me paso por Valdebebas a verlos. El año pasado estuvimos a un paso de meternos en los Playoff y creo que este año lo van a conseguir”. Los valores del madrisdismo Cada uno de los cuatro resalta alguno de los valores que encarna la cantera madridsta. A Negredo, La Fábrica le hizo “crecer en muchos aspectos tanto como persona como jugador. Me convertí en un futbolista más completo, con más fundamentos tácticos…Lo más importante es aprender a estar colocado en el sitio oportuno. Eso para un delantero es vital”. Julio Álvarez destaca que “se aprende a ser un ganador. En el Real Madrid es siempre así. Sólo vale ganar. Da igual que sea una final o un partido amistoso. El Real Madrid es muy competitivo y vestir esa camiseta te exige ganar siempre. Cada partido aprendes a tomártelo como el último. Es lo que hace del Real Madrid uno de los clubes más grandes del mundo, si no el que más”. Corona resalta la universalidad del Club al esgrimir que “el Real Madrid siempre te imprime valores y características que al final te sirven en tu etapa como profesional. Te acostumbras a que el grado de competitividad sea alto, que todos los partidos son importantes, y eso luego te vale para tu carrera como profesional… Sin desmerecer a ningún otro, nada es comparable al Real Madrid. Ese escudo representa a escala mundial valores importantes como pueden ser la ilusión, trascendencia, seguimiento. Es indudable que el Real Madrid es el equipo por excelencia en estos aspectos”. Y Nieto señala la competitividad: “En el Real Madrid me ha enseñado a ser muy fuerte, pasé allí nueve años y nadie te regala nada. Cada año viene gente nueva con muchas ganas, lo mejor de España y tienes que estar día a día dándolo todo para mantenerte. El Real Madrid es el mejor equipo del mundo, todo el mundo te sigue”. Corona, Nieto, Julio Álvarez y Negredo son, por tanto, cuatro inmejorables ejemplos de los valores que representan las categorías inferiores del Real Madrid.
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